La harina de krill, un eufacido malacostraco perteneciente a la misma clase de los decapodos L. vannamei, Penaeus stylirostris, Penaeus smithy, Penaeus monodon, etc., nutricionalmente puede ser considerada como una alternativa para combinarla con la proteína proveniente de la harina de pescado.
Abunda en las aguas del continente Austral (Antártico) en el polo sur y se alimentan fundamentalmente con algas. Se considera que existen unas 90 especies distribuidas en el mundo y sólo en el Antártico se estima una biomasa de 500 millones de toneladas. Por su interés comercial, las especies más estudiadas incluyen el Euphausia superba (krill antártico), el Euphausia pacifica (kril pacífico) y el Meganyctiphanes norvegica (kril del norte). Del kril se alimentan peces, aves y ballenas. Estas últimas pueden consumir dos toneladas de una vez. Según la especie, el krill permanece en la superficie o baja hasta más de 1000 metros.
El krill es un malacostraco y podría considerarse que su contenido nutricional es bien asimilable por el camarón; esto es, que su perfil de amino ácidos vaya muy estrecho al del L. vannanmei. Desde esta perspectiva, es bastante oportuno ensayar fórmulas que incluyan porcentajes de harina de krill, con el propósito no solo de potenciar la proteína animal, sino también de encontrar alternativas para la harina de pescado.
Actualmente, los estados que comercian con este recurso son Japón, Corea del Sur, Ucrania, Polonia y Chile. Las cifras parecen haberse estabilizado en unas 180.000 toneladas anuales, que representa aproximadamente una quinta parte de lo permitido por el CCRVMA (Comisión para la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos).
La harina de kril, de alto valor proteico, en Chile, cuesta (FOB) entre US $ 2000 – 5000. Hay subproductos de origen nacional con los que se puede optimizar el costo de esta harina.