La resistencia antibiótica es la capacidad de una bacteria para resistir los efectos de un antibiótico, de tal forma que los tratamientos convencionales se vuelven ineficaces y las infecciones persisten, lo que incrementa el riesgo de propagación. La evolución de las cepas resistentes es un fenómeno natural que ocurre cuando los microorganismos se ven expuestos a antibióticos, y es posible un intercambio de características de resistencia entre ciertos tipos de bacterias. Las prácticas inapropiadas para el control de las infecciones propician la propagación de la resistencia a los antimicrobianos. Las infecciones causadas por microorganismos resistentes no responden al tratamiento ordinario, lo que da lugar a una enfermedad prolongada.
La resistencia se produce naturalmente a través de mutaciones producidas por azar. El antibiótico, al entrar en contacto con una población de bacterias, permite la proliferación de las bacterias que presentan aquella mutación natural que anula la acción del antibiótico. Una vez que se genera la información genética, las bacterias pueden transmitir los nuevos genes a través de transferencia horizontal (conjugacion) por intercambio de plásmidos (moléculas de ADN extra cromosómico, circulares o lineales, que se replican y transcriben independientes del ADN cromosómico. Los plásmidos normalmente están presentes en bacterias). Si una bacteria porta varios genes de resistencia, se le denomina multirresistente o superbacteria.
La resistencia antibiótica es una consecuencia de la evolución vía selección natural. La acción antibiótica es una presión ambiental: aquellas bacterias que tengan una mutación que les permita sobrevivir se reproducirán. Ellas pasarán este rasgo a su descendencia, que será una generación totalmente resistente. Los factores que contribuyen a la resistencia incluyen los diagnósticos incorrectos y el uso incorrecto de antibióticos.
www.who.int/mediacentre/factsheets/fs194/es/